Depression







living in a body that fights to survive with a mind that tries to die. 



Vivir en un cuerpo que lucha, con una mente que se quiere rendir

Vivir así es caminar en contradicción.
Por un lado, mi cuerpo late, respira, se aferra con uñas invisibles a la vida. Hace lo que está programado para hacer: sobrevivir. Me despierta cada mañana, aunque la mente me diga que no hay motivo. Me empuja a comer, a moverme, a seguir, aunque por dentro yo no quiera.

Pero mi mente… mi mente se vuelve mi enemiga. Es como un eco constante que susurra: “¿para qué?”. Es el cansancio que no se quita con dormir. Es la voz que me empuja hacia un silencio eterno mientras mi cuerpo insiste en seguir aquí, en este lado de la vida.

Y entonces vivo en una guerra interna.
Un campo de batalla donde mi piel y mis huesos son soldados de la resistencia, pero mis pensamientos levantan banderas blancas, piden rendición.

Lo más doloroso no es esa lucha en sí, sino la incomprensión que provoca. Porque desde fuera parece que estoy bien, que sigo viva. Pero nadie ve que, por dentro, mi mente quiere desaparecer.

¿Y qué hago con esa dualidad?
Aprendo a escuchar a mi cuerpo como un maestro silencioso. Si lucha, es porque hay algo en mí que aún merece seguir. Si resiste, es porque todavía no he visto todo lo que tengo que ver, ni sentido todo lo que tengo que sentir.

Mi cuerpo me recuerda que aún hay propósito.
Y en esos días donde mi mente quiere rendirse, cierro los ojos y me aferro a lo más simple: un respiro profundo, un rayo de sol, una caricia de mi hija, un “te amo” que viene de lo alto.

No siempre sé cómo sanar esta guerra.
Pero sigo aquí.
Y quizás, solo quizás, esa es la mayor prueba de que todavía hay esperanza.

Comments

Popular Posts