es mío
Despertar no significa que la vida se haya vuelto fácil. Significa que, incluso cuando tropiezo, ya no me pierdo. Significa que aprendí a escuchar la voz de Dios dentro de mí, a confiar en que cada paso —aun los difíciles— me está llevando a casa.
Yo le pido a Dios que no me haga sufrir en vano, que me enseñe de una manera que yo pueda entender, y que mi corazón siempre tenga la humildad de aprender. Porque rendirme no es la solución. Dejarme caer sin volver a levantarme tampoco. Mi camino es avanzar, aunque sea lento, pero avanzar siempre.
Estar en control no es tener todo resuelto. Es mantenerme firme en lo que sé que es correcto, sin dejar que la duda, la comparación o la voz del mundo me roben la paz. Es reconocer que yo sola no puedo, pero que con Dios no me falta nada.
Hoy me encuentro a mí misma porque me encuentro en Él. Y ese es el mayor regalo: saber que mientras yo haga mi parte, Dios hará la suya.
Despertar y estar en control no significa no caer, sino levantarse cada vez con más claridad. Significa vivir sabiendo que Dios es mi guía y mi destino, y que mientras yo haga mi parte, el resto se abrirá en su tiempo.
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