la negra Bantu


 








La negra sencilla, de pelo afro,
a la que enseñaron a ser obediente desde pequeña.
Soy una negra fang.
Me dijeron que debía aprender las costumbres de mis ancestros,
mostrar interés por la cultura,
cumplir los requisitos de la tradición.

Que mi valor debía ser aprobado primero
por personas externas a mi entorno,
que debía ser digna de merecer el puesto,
aprobada y valorada por otros antes que por mí misma.

Pero… ¿qué pasa cuando haces lo contrario?
Eres vista como inútil, rebelde, un fracaso.
¿Por qué debo ser lo que se espera de mí?
¿Por qué debo complacer al hijo ajeno?
¿Por qué debo esperar la validación y aprobación de una familia que no es la mía?

He visto a mujeres dar más de lo que recibieron,
mujeres vacías, sin brillo,
mujeres que perdieron su esencia
porque se supone que debemos vaciarnos
para satisfacer las necesidades ajenas.

He visto a mujeres hacerlo todo bien,
esforzarse hasta lo imposible,
tragarse su orgullo,
callar,
sufrir en silencio,
salir lastimadas,
emocionalmente dañadas.

Nos enseñaron de niñas a jugar el papel de madre,
sin antes enseñarnos a priorizarnos como hijas.
Aceptamos a las guapas, listas, sumisas, trabajadoras con poca autoestima,
pero no a las de autoestima alta,
las que se creen merecedoras de todo,
inteligentes, trabajadoras, rebeldes.
A ellas las condenan a la soledad,
a menos que se sometan.

Soy una negra fang.
Y hoy me pregunto…
déjame pensarlo.
Quizá no nací para encajar en moldes rotos,
quizá nací para romperlos.

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